En la memoria colectiva de los cartageneros, la fuente ubicada en la avenida Pedro de Heredia, en la glorieta a la altura de la entrada al Paseo de Bolívar, ocupa un lugar especial. A finales de la década de los 60 y principios de los 70, esta fuente fue un símbolo de la transformación urbana de la ciudad y un punto de referencia de su vida cotidiana.
Aunque sus primeros pasos datan de finales de los años 60, específicamente entre 1967 y 1968, cuando se instaló una versión más sencilla, fue durante los años 72-74 cuando alcanzó su máximo esplendor. En ese entonces, la fuente no solo era una estructura de agua y piedra, sino que formaba parte de un conjunto arquitectónico que incluía el majestuoso Castillo de San Felipe de Barajas. Este vínculo entre la fuente y el castillo no solo embellecía la entrada a la ciudad, sino que también creaba una atmósfera de frescura y vitalidad, que contrastaba con el calor tropical característico de Cartagena.

La monumentalidad de la fuente, acompañada de un diseño atractivo y cuidado, dotaba a la glorieta de una imagen imponente pero acogedora. Desde allí, los habitantes y visitantes podían disfrutar del sonido relajante del agua y la estética armoniosa de este rincón, que representaba no solo el acceso físico, sino también simbólico, al corazón histórico de la ciudad.

Desafortunadamente, con el paso de los años y los cambios urbanísticos, esta joya de la ciudad comenzó a perder parte de su esplendor original. Sin embargo, el recuerdo de aquella fuente, unida a la silueta imponente del Castillo de San Felipe, sigue viva en la memoria de quienes tuvieron el privilegio de disfrutarla en su mejor momento, durante aquellos años dorados de la Cartagena de los 70.
Fuente. Historia de Cartagena











