Por Moisés Anaya Villadiego

Más demora en el mundo actual finalizar un conflicto que en iniciarse otro. Los retos y paradojas del nuevo siglo han creado en el mundo bélico una cantidad de herramientas que el ser humano de hace 50 años ni siquiera logró imaginar, la aniquilación de la especie humana está a solo segundos con apretar un botón.

Bien dijo Albert Einstein en su momento que no sabía cómo sería la III guerra mundial ni con que armas se libraría, pero de lo que estaba seguro es que la IV guerra sería con palos y escobas.

El mundo parece ceñirse a la teoría de Jhon F Kennedy cuando habló de la disuasión nuclear, desde la crisis de los misiles en Cuba cuando parecía inminente el enfrentamiento nuclear entre Estados Unidos y la URSS parece cada día menos probable un enfrentamiento directo entre superpotencias. Sin embargo pese al avance que supone una tensa paz entre superpotencias que diariamente se están armando hasta los dientes no deja de existir el enfrentamiento indirecto de estás en el campo del tercer mundo.

Estas últimas traen consigo una consecuencia macabramente naturalizada en nuestro día a día: la ola masiva de personas que buscan una vida diferente a las bombas y balas, donde sus generaciones tengan futuro.

Pese aquello el mundo día a día se cierra cada día más, innumerables teorías económicas, políticas, sociales y militares brotan como maleza para justificar el cierre de las puertas y fronteras a personas sencillas de todos los lugares del mundo, a diario nos rehusamos a que la cruda realidad que nos rodea se acerque a nuestra burbuja de felicidad, miramos al migrante como una amenaza y no como un ser humano, día a día perdemos nuestra humanidad y no nos damos cuenta, tratamos de humanizarnos con la caridad, siendo esta es la más pura expresión de la verticalidad y prepotencia de una sociedad cada vez más deshumanizada y renunciamos a la solidaridad que es la horizontalidad y la máxima expresión de la empatía con nuestros semejantes, ya va siendo hora que no solo abramos los ojos si no también los corazones con nuestros semejantes.

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