Columna de opinión. En esta Semana Mayor, donde muchos realizan el ejercicio de meditación en sus vidas cotidianas, muchas noticias se esgrimen en el ambiente futbolístico relacionadas con el Real Cartagena. Los resultados han sido poco favorables en materia deportiva. Estos aspectos hay que mirarlos desde distintas ópticas, para buscar las causas y lograr coincidir en un mismo punto que permita una resultante positiva, llamada ascenso, esquiva durante muchos años. A comienzos del torneo ilustrábamos a los aficionados sobre el compromiso de consolidar al equipo cartagenero en el año 2025. Para eso se le entregó la hoja de ruta a su director técnico, Sebastián Viera, quien, a estas alturas, el tiempo ha demostrado que no es la persona preparada para ascender a Real Cartagena. Hay que abonarle que tiene buena voluntad; es temperamental, pero a la hora de realizar la planeación estratégica de los partidos, su táctica deja mucho que desear. El equipo no muestra una columna vertebral definida que logre transmitir respeto y credibilidad, y lo consolide como favorito a ganar el primer torneo. Ahora vienen las mismas excusas de hace mucho tiempo: “Estamos dentro de los ocho”, “Aún falta mucho”, “El ascenso es en diciembre”. Unos versos que han replicado diferentes técnicos y que al final dan como resultado el fracaso absoluto. En la tabla de posiciones, Real Cartagena está dentro de los ocho equipos y con un partido pendiente. Está séptimo, con 17 puntos de 30 posibles: tiene cinco victorias, dos empates y tres derrotas. De esas victorias, dos han sido en calidad de visitante. Los números alcanzan para pasar raspado el trimestre a Sebastián Viera, a quien se le brindaron todas las garantías e ingredientes para realizar una campaña digna, que brinde buenos resultados, logre la clasificación y termine, al menos, en los dos primeros lugares de la tabla, lo que da ventaja a la hora de escoger los grupos y no terminar en angustia, como la campaña anterior. Pero la historia ha sido otra. Lo que ha mostrado el Real Cartagena es una mezcla ordinaria de alineaciones de jugadores que no han logrado convencer a nadie. Se observa con preocupación cuando ante los rivales directos no se logran resultados ni buenas presentaciones en lo futbolístico. La nómina Los arqueros no han definido quién es el titular absoluto. El médico Ochoa Uribe, técnico que ganó más títulos en Colombia, decía que dormía tranquilo si tenía un buen arquero. La defensa está integrada por muchachos que solo aportan voluntad, pero que cuando los exigen, desnudan sus limitaciones. Es cierto que las lesiones han perjudicado, pero lo que se ha visto es vulnerable. Con todo el respeto que se merecen, el año 2024, con Juan Camilo y Matteo Castillo, el Real era más. Aún no se encuentran los titulares, y la improvisación de Mendoza como marcador derecho ante rivales de peso ha sido desnudada. En la mitad del campo, el liderazgo de Cristian Marrugo no se ha consolidado sino parcialmente. No se muestra una línea sólida en nombres y funcionamiento. Juan David Rodríguez quizás es el más continuo ante esa intermitencia. El Chocolo Ramírez no encuentra cuáles son los socios ideales para brindar paredes y asistencias que se reflejen en el arco contrario. Los delanteros producen, pero mucho menos de lo esperado. Las credenciales con las que fueron presentados Fredy Montero y Rodríguez no se reflejan. Pitillo Salcedo está muy distante del nivel que tenía con Ramírez en Orsomarso, debido a la falta de titularidad. La Rosa brinda su alegría y goles, pero estos llegan en la medida en que la generación de juego tenga alternativas. Miguel Murillo es quien mantiene su cuota goleadora, pero esta es válida en la medida en que se conserven y lleguen buenos resultados. Todo esto se puede mejorar con un trabajo claro en lo futbolístico, pero para eso hay que conocer la categoría y dejar de ensayar fórmulas. Algo que, después de 10 fechas, es inadmisible que no se tenga claramente definido. Administrativamente, el Real Cartagena está bajo el manejo de Colombiagol, que es el mayor accionista, aunque por estos días corren vientos de nuevos inversionistas. El equipo cartagenero está representado legalmente por el señor Renato Damiani, quien es socio de Helmut Welling. Estos empresarios se encontraron con una lámpara de Aladino en el año 2024, de donde salieron dos ángeles bendecidos llamados Dumek Turbay, alcalde de Cartagena, y Yamil Arana, gobernador de Bolívar. En sus roles no han escatimado esfuerzos para tratar de brindarle a Cartagena un sueño anhelado hace 13 años: ascender. Lo que parecía ser el matrimonio deportivo perfecto pasa hoy por una crisis que parece no tener reversa. La pomposa ceremonia de lanzamiento del pasado 31 de enero, adornada por la presencia de la gran prensa nacional, quedó atrás. Es bochornoso transmitir esa imagen de diferencias administrativas en el país, sencillamente por no tener especificadas cuáles son las funciones de cada actor social que rodea este entorno. En el fútbol, los directivos tienen que centrarse en conexiones, contrataciones, patrocinios, pagos de nóminas, etc., y los dirigentes deportivos, en la parte técnica y deportiva. El hecho de sacar a flote estas situaciones entre patrocinadores institucionales y directivos realmente no se ve bien ante la afición deportiva. Ojalá todos los equipos de Colombia tuvieran un apoyo como el del señor alcalde Dumek Turbay y el gobernador Yamilito Arana, que demostraron en el reciente Suramericano que tienen perfil de grandes dirigentes y ejecutores. Pero en el Real Cartagena se enfrentan a una situación de impotencia, donde la buena voluntad y el esfuerzo terminan cuando entra en funcionamiento Colombiagol. ¿Cómo así? Ante la Dimayor, los que existen son Renato Damiani como representante legal y Rodrigo Rendón Jr. en su rol de miembro de la comisión de mercadeo de Dimayor. Ante Win, el gobernador y el alcalde tienen relaciones, mas no voz. Ellos exigen como dolientes. Este divorcio parece que no va a tener un buen final. Lo idóneo en las sociedades es ponerse de acuerdo, y si no, ir a subasta