Cartagena de Indias, con su rica historia marítima, ha sido testigo de la instalación de varios faros que guiaron a los navegantes a lo largo de los siglos. Uno de los primeros fue el farol que encendían los monjes agustinos en la cima del cerro de la Popa, que ayudó a los marinos a orientarse desde el siglo XVIII. Sin embargo, con el crecimiento del comercio y la necesidad de una navegación más precisa, se hizo evidente que Cartagena requería faros más modernos.
El primer faro moderno se inauguró en 1882 en la torre de la Iglesia de Nuestra Señora de La Merced, gracias a la iniciativa de Juan B. Mainero y Darío Alberto Henríquez. Este faro giratorio, que emitía destellos cada 15 segundos, reemplazó el antiguo farol y se convirtió en un símbolo de progreso para la ciudad. A medida que la ciudad continuaba su transformación, en 1909, el faro fue trasladado al baluarte de Santo Domingo para dar paso a la construcción del Teatro Heredia.
La estructura en el baluarte, de más de 20 metros de altura, siguió brindando apoyo a los navegantes hasta mediados del siglo XX. Aunque el faro de Santo Domingo fue desmantelado, aún se pueden observar las marcas de su base, recordando su valiosa contribución a la navegación en la bahía. Además, en el baluarte de San Fernando, se estableció otro faro en 1885 que, después de ser modernizado, continuó iluminando el camino para los barcos que llegaban a la ciudad.
Hoy en día, aunque la tecnología ha avanzado, los faros de Cartagena siguen siendo un símbolo de su historia portuaria. Estos guardianes de luz, que una vez guiaron a marineros y comerciantes, son un recordatorio de la rica tradición marítima de la ciudad y de la importancia de la navegación en su desarrollo económico y cultural.
Fotos. Fototeca Histórica de Cartagena.