Por Juan Pablo Sánchez Jiménez
La llegada del influencer mexicano Luisito Comunica a nuestro país, ha levantado un sinfín de emociones en redes sociales; el contexto es perfecto, Colombia cumple un mes de paro nacional.
No es un secreto que estos personajes busquen las tendencias para lucrarse, esto no es inmoral, el público demanda contenido y ellos satisfacen, de eso viven. Como notará el lector, no estoy en contra de la llegada del youtuber a nuestro país, me parece, incluso, muy importante que este hombre cubra la situación, en este sentido, veremos cómo alguien ajeno se nutre de los discursos que predominan en las calles, Luisito no es un creador de contenido que se destaque por investigar en sus videos, habitualmente se informa por medio de la gente, eso se nota en su último video donde los protagonistas son los marchantes.
El joven mexicano destaca el momento “conmovedor” que se vive en las calles, diversas minorías se encuentran movilizándose; el paro nacional tuvo como razón principal el retiro de la reforma tributaria, sin embargo, Luisito se da cuenta en el video que: “no solo es un tema de la reforma tributaria, no solo es un tema de la salud, los habitantes están manifestándose por todo”, esto es un problema, las personas salen de sus casa por causas distintas, esto advierte que el paro no tiene una razón fija, manifestarse por todo es lo mismo que manifestarse por nada, las razones se perdieron en numerosas quejas de colectivos que intentan sacar provecho de descontrol emocional de las multitudes. Le pido a mi lector, imagine a un niño esperando a sus padres en la casa, cuando estos llegan, notan que el niño esta molesto, este manifiesta que no comerá hasta que sus papas le den todo, comienza a enumerar sus solicitudes mientras esta sollozando, grita que no tiene una vida digna en su casa; sus peticiones exceden el salario de sus papas, el de sus tíos y abuelos, además, dice que se anclará a la puerta para que no puedan salir sus padres hasta que cumplan sus peticiones, pero no solo es eso, el menor antes de la llegada de sus acudientes destruyó la mayoría de los electrodomésticos, lo único que dejo en funcionamiento fue el modem del internet y su celular para subir a redes la hazaña que esta logrando, posteando todo tipo de contenido para que la gente compadezca de él, ha hecho viral el hashtag #S.O.Senmicasa; posteriormente, llega desde otro país el reconocido instragramer “ErnestoW” a cubrir la noticia, y le pregunta al niño desde afuera de la casa:
—¿Por qué no comes? -gritó ErnestoW-
- Porque no tengo derechos -dijo el niño- todo está mal, mis padres son violentos, no cumplen mis deseos y les falta empatía conmigo, además, destrocé la cocina.
- ¿Por qué no los dejas salir para que ganen dinero y puedan comprar algo?
- No voy a dejar salir a nadie, ellos no sienten lo que yo siento, quiero que compren todo lo que quiero, pero no saldrá ni entrara ninguna persona, quiero comer, por eso destruí toda la cocina, tienen que comenzar a ponerse en mis zapatos.
Evidentemente, el país no es una casa y las minorías no se reducen a un niño, pero el mensaje es claro: nuestros sentimientos son miopes frente a cualquier análisis costo-beneficio y cálculo aritmético, nuestros deseos no son derechos, además, el ser humano observa su medio social, se fija en lo que piensan y sienten las demás personas, están conscientes de las tendencias, por lo tanto, prefiere unirse a la multitud que sentirse aislado, en palabras de Elisabeth Noelle-Neumann: “cuando alguien piensa que los demás le están dando la espalda, sufre tanto que se le pude guiar o manipular tan fácilmente por medio de su propia sensibilidad, como si esta fuera una brida”, no sorprende que muchas personas no sepan porque marchan, o que existan tantos discursos distintos, los batallones de indignación colectiva son una realidad; mi generación es especial, quiere todo, menos un cambio.