Por Carlos Periñan
Los orígenes de la profesión de abogado se remontan a la época del Imperio Romano, periodo en el cual surgieron los primeros textos jurídicos y se construye el Sistema Jurídico Romano, apareciendo la figura del defensor de los derechos. La abogacía es una profesión ligada a la historia de la humanidad. Surge como como consecuencia de interpretar el gran conjunto de normas surgidas de las costumbres sociales y de la moral. Desde sus inicios los abogados siempre se caracterizaron por poseer unas cualidades excelentes con respecto a la oratoria y la retórica. Todo esto, por la capacidad de conocimiento que adquirían en sus vidas, a través de la lectura. Siempre fueron considerados personas letradas. Pero aquí destacaremos el modo de escribir de los abogados: la prosa jurídica.
En el ejercicio de la profesión siempre nos encontramos con textos complejos y difíciles de entender, muchas veces hasta para algunos juristas. Se debe a la falsa creencia que entre más tecnicismos y palabras cultas se utilicen se escribe mejor. Las cualidades del abogado del siglo XXI han cambiado, el mundo no es el mismo de hace varios siglos y sus dinámicas son diferentes. Hoy en día, algunas de las características escriturales que debe tener un abogado, según el profesor Diego López Medina en su libro Manual de Escritura Jurídica son: evitar textos excesivamente largos, no escribir párrafos de una sola oración, redactar con más potencia y menos peso, evitar el lenguaje pretencioso y rimbombante, entre otras. Con estas cualidades ayudamos a mejorar el ejercicio de la profesión por la capacidad de escribir más claro y nuestros textos sean comprendidos por los operadores judiciales con mayor facilidad. Muchas veces, toca leer escritos jurídicos demasiado largos, con antecedentes históricos innecesarios y sin cohesión y coherencia entre lo escrito. Dicho lo anterior, no se puede olvidar al momento de redactar la técnica jurídica que requieren algunos escritos jurídicos y la “elegantia iuris” que caracteriza a los abogados.
Escribir sencillo y claro es importante para la profesión y para la sociedad en general, porque democratiza el conocimiento. En un país como Colombia, donde estudiar es un privilegio que las personas puedan acceder a la información y entender lo que se escribe desde todas las áreas de conocimiento es un gran logro. El conocimiento que beneficie a los estudiantes y sociedad en general repercutirá directamente en el desarrollo de los países. De esta manera aportamos a la construcción del país que soñamos desde nuestra profesión y función social que como abogados tenemos.
Los retos en este tema son grandes, desde las universidades y las escuelas se debe incentivar y enseñar a los estudiantes a escribir correctamente. Reforzar las nociones básicas y trabajar en un aprendizaje autónomo. Todo esto sin olvidarnos de la importancia de la escritura como sistema de comunicación en el desarrollo de la historia de la humanidad.