Por Kevin Ruiz
¿Qué está sucediendo con las familias? ¿Se les está brindando mucha libertad a los jóvenes? ¿Castigar con mano dura es la opción más viable para conducirlos por la rectitud?
Desde mucho tiempo atrás, las disparidades entre padres/madres-hijos/hijas han sido bastante palpables, más que nada cuando hacemos contraste con las familias de hoy y las relaciones que llevan sus miembros entre sí, pero para entender lo que sucede en nuestro contexto socio temporal debemos ir poco a poco. Primero que nada:
¿Qué es una familia?
Una familia básicamente es un grupo de personas que se unen al tener un objetivo en común, usualmente sucede con parejas que posteriormente engendran o adoptan hijo/as desde un punto de vista heteronormativo, claro está, pero eso es tema de otro día. Las familias son el núcleo de una sociedad, es aquí donde se crían los y las que en un futuro se encargarán de los asuntos de su comunidad y tendrán un impacto positivo o negativo dentro de esta. Y es aquí donde entra la importante y hermosa labor de la paternidad que es fundamental en el desarrollo de los hijos / as, y si bien es una cuestión relativa de cómo lo maneje cada pareja de padres y madres, se debe tener una conciencia de que esto afectará al niño, de tal manera que determinará en gran parte su forma de enfrentarse al mundo y no debería existir una regulación que implique que los padres no deban lastimar física y emocionalmente a sus hijos, pero tristemente es la realidad a la que nos enfrentamos y debe controlarse por la falta de empatía de ciertas personas hacia la infancia y la juventud.
¿Por qué se critica la violencia física y emocional?
Nadie nunca quiere ser víctima de maltrato físico, críticas o rechazo por parte de las personas que se “supone” deberían estar ahí para apoyarle y verle crecer o en quienes pone su confianza y afecto incondicional. Verse vulnerado de tal manera provoca inmediatamente una pérdida de la confianza y si nos ponemos en contexto de padres e hijos, claramente no es respeto o buen comportamiento lo que se está enseñando, sino que se impone miedo y una barrera para que no se lleven a cabo comportamientos que los padres ven como “no deseables” dentro de la conducta de su hijo/a.
Siempre que suceden este tipo de actos violentos los padres los justifican bajo las ingenuas excusas de: “Así me criaron y mírame, soy una persona de bien”, “Soy tu padre/madre y te crío como se me dé la gana”, “Hay que tener mano dura”. Pero si esto es así, inmediatamente dejan de ser un ejemplo para sus hijos / as, inconscientemente están justificando la violencia como un método para conseguir lo que quieren y pues claramente les están enseñando eso a los niños, además de que también les afectan de manera emocional al decirles que no sirven para nada o que todo lo malo que pasa es por culpa del hijo. Maltratar a un niño por ser niño es una de las excusas más comunes que una persona puede dar para justificar un acto violento, primeramente, le está faltando el respeto a otra persona indistintamente de su edad y segundo, está atentando contra su dignidad e integridad. Si maltratar a una persona es excusa para corregirla, la violencia sería entonces per se, una justificación para conseguir lo que se desea y un medio útil para un fin ¿No es así?
Hablemos ahora específicamente de la violencia emocional que usualmente comprende:
- Sobreprotección
- Imposición de ideas
- Minimización de los problemas
- Manipulación psicológica
Y aunque no lo crea, todo esto hace parte del maltrato psicológico que conllevan a un montón de condiciones que luego el joven padecerá, como dificultades para encontrar su propia identidad, cuadros de ansiedad y miedo ante cualquier evento repentino, y otros no tan individuales como reproducir ideas sexistas, racistas y todos los ismos posibles que inciten a la violencia y generen desigualdad.
Ser padre o madre es una cuestión de lo que suceda en el momento y si por ejemplo su hijo / a deja caer un plato y se rompe, lo deseable no es decirle “No sirves para nada”, sino más bien “Tranquilo/a, solo fue un error y los errores pasan” ya que al ser los padres referentes y ejemplos para el niño de seguro se creerá lo que le dicen y esto tendrá repercusiones en su autoestima. La manipulación psicológica también se evidencia cuando les dicen a los hijos “En esta casa se hace lo que yo diga hasta que no vivas bajo este techo”. Interpretemos bien esta última frase ya que la autoridad parental no la otorga el mantener a un hijo, los niños y jóvenes dentro de lo que cabe en la ley, no se les es permitido trabajar, y en dado caso el padre quiebre algún día y acaben pobres, sigue siendo su padre, por lo que de nada sirve manipularle con esa excusa. La autoridad parental se da por el respeto, no el miedo, el respeto se gana con confianza y la confianza se da cuando hay amor.
Ahora, la imposición de ideas y la minimización de los problemas es otro lío, como padres se debe establecer y reflexionar sobre dos aspectos fundamentales tratando de ser lo más objetivos posible.
- Lo que le ayudará a crecer y a formarse (Escoger su estilo de vestir, sus amistades, sus ideas políticas, lo que querrá para su vida profesional…)
- Lo que potencialmente puede ser un riesgo, pero debo enseñarle (Y NO FORZARLE) a no hacer o considerar. (No ir al colegio, no ir al médico, tomar alcohol o consumir drogas…)
Ya establecidas las reglas, demostrar a través de mí mismo/a que puedo ser un ejemplo para mi hijo / a y que podrá encontrarse a través de las decisiones que tome, claramente apoyadas por los padres e intentar como adulto reducir mis ideas erróneas de la realidad como un proceso de crecimiento y aprendizaje en la etapa paternal como el no escandalizarse si mi hijo / a es homosexual, si se saca las cejas o si no cree en lo que yo creo ya que nada de esto lo hará indeseable, un bandido o un pecador respectivamente.
Muchas veces cuando esto sucede los hijos / as dejan de pasar tiempo con sus familias al sentirse en un ambiente hostil y cargado de negatividad y prefieren a sus amistades, a lo que usualmente los miembros de su familia les preguntan ¿Por qué no estás con nosotros? Pregunta que puede sonar un tanto descarada para el niño o el joven y tristemente aquí es donde mucho/as aprenden que la familia no siempre lo es todo, siguen siendo personas que pueden causar daño, y por más que compartan un lazo sanguíneo no es compromiso mantenerse atado a ellas.
¿Debemos culpar a los padres?
Es un sí y no, muchos padres son conscientes de las acciones que toman y llevan a cabo, pero quizá no ven el impacto que estas causan dentro de otras personas, que, en este caso son sus hijos / as, pero son tantos los factores que influyen en estas decisiones como la generación, la educación que tuvieron, el contexto social en el que viven. Pero indistintamente de ello, violencia siempre será violencia y cualquiera puede identificarla. Lo decepcionante aquí es que a pesar de que muchos saben lo que hacen, siguen perpetuando estas prácticas violentas ya que así fue la forma en como les criaron y sientes que es la mejor forma de educar a sus hijos.
El caribe y el maltrato
Dentro de las regiones a nivel mundial con mayor índice de maltrato físico como herramienta para “educar” a los niños y jóvenes está Latinoamérica y el caribe, pero las regiones más violentas son las costeras, según un estudio de UNICEF:
10 países en América Latina y el caribe cuentan con la prohibición total de castigo físico y, sin embargo, el 64 % de los menores de esta región sufren en algún momento de sus vidas algún tipo de método de disciplina violenta como agresión emocional o castigo corporal. En las regiones caribes la aceptación del castigo corporal y emocional es mucho mayor que en el resto de lugares de América Latina. Además, la exposición a la violencia durante la primera infancia y la adolescencia tiene un impacto de por vida, además de provocar inseguridades y crisis de identidad, esto les incita a responder ante la mayoría de situaciones de su vida a través de conductas violentas.
Y encontraron que aquellos niños que casi nunca fueron expuestos a situaciones violentas tuvieron un desarrollo emocional y psicosocial mucho más rápido y elevado que aquellos que sí, tal como se muestra en la siguiente gráfica.
La paternidad no es un ejercicio que deba ser perfecto
Con todo lo anterior no se busca que la paternidad sea una labor perfecta, somos humanos y que seamos conscientes de nuestros errores es lo que en cierta forma le brinda dinamismo a nuestras vidas, tener un hijo es un proceso de aprendizaje tanto para el niño como para los padres, es una nueva etapa en la que se deben tener muchas responsabilidades y mucho cuidado con la persona que estamos educando, pero al mismo tiempo un ejercicio de amor y empatía a través del cual vemos la vida con otros ojos y de eso se trata, de crear relaciones genuinas entre personas a las que llamamos familia, sin miedo ni autoritarismo, sino con confianza, cariño y respeto.