“…las peores epidemias no son biológicas, sino morales…” Albert Camus
Por Álvaro Morales de León
Muchas son las palabras, para algunos, desconocidas, o de poco manejo que ha traído consigo la pandemia del Covid-19; comenzando por la específica definición que de pandemia hace la OMS, muy similar a la que también hace la Real Academia de la Lengua, cuando de ella dice que es la propagación mundial de una nueva enfermedad, y para que sea declarada como tal, el brote epidémico debe afectar a más de un continente, los casos de cada país ya no sean importados y la transmisión sea comunitaria.
Pero la palabra Pandemia extendida a un lenguaje genérico o coloquial, como muchas otras, también puede significar, en sentido figurado, algo que es constante, que permanece y que está difundido, y, además, que no es fácil de erradicar, como se dice de la maldad, la intriga, el soborno, y en general, de la corrupción, definida por uno de los Nule, de manera cínica y descarada, como algo inherente al ser humano.
Mirando la palabra Pandemia desde la óptica de lo genérico, lo holístico, no es la única palabra con esta característica atribuida a su uso frecuente; por ello es que a todas las láminas de asbesto se les llama “Eternit”; “Alka Seltzer” a todos los antiácidos efervescentes; “kilométricos” a todos los lapiceros sencillos; y “Purina” a todo alimento concentrado; así es también el uso genérico de la palabra “Pandemia”.
Dándole entonces dicho uso podríamos decir que la Biblia da cuenta de lo que podría ser una antiquísima pandemia, la pandemia de maldad y corrupción que hace 2.400 años, antes de Cristo, dicen Las Escrituras, cubrió toda la faz de la tierra llevándola a una cuarentena llamada “Diluvio Universal” y en la que solo el patriarca Noé y su familia, por decisión divina, pudieron salvarse.
Hoy nuestros cuerpos están amenazados el virus del Covid-19, antes lo estuvieron por la Viruela, la Peste Negra, la Influenza, el Sarampión, la Gripa Española, y recientemente, por el H1N1, el SARS, y otras más, y para las cuales la ciencia médica ha desarrollado tratamientos y vacunas.
Pero existen otras Pandemias, esas que están incrustadas en el corazón, en lo más íntimo de la mente, la conciencia y el alma de muchas personas, es la temible pandemia de la corrupción, y para la que parece no existe tratamiento ni vacuna, ni mucho menos cuarentena, y la cual, en países como Colombia tiene un carácter endémico, dirían los epidemiólogos. Esta Pandemia tiene afinidad por los dineros públicos, especialmente por los de la inversión social.
Estudios científicos dicen que la cifra de la pandemia de la corrupción en Colombia le arrebata el 5% a su Producto Interno Bruto, cifra cercana a los 50 billones de pesos, siendo el sector de la salud uno de los más afectados, seguido por el de aduanas e impuestos, educación, y el del agro.
Lo más triste, es que para la Pandemia del Covid-19 tarde o temprano se encontrará un tratamiento y una vacuna; pero para la Pandemia de la corrupción, nunca la habrá.