“…porque todavía no han dicho quién es el ratero, aunque todo el mundo sabe quiénes pueden ser”, Rafael Escalona.
Por Álvaro Morales de León
Así mismo como en su narrativa Escalona nos refiere cantando que de la desparecida Custodia de Badillo nunca, ni aún con pruebas, el pueblo, y hasta el Inspector se atrevieron a decir quiénes eran los ladrones de la costosa pieza de oro que se guardaba en la casa de Gregorio; en Cartagena, aunque todos también saben quiénes se han robado espadas, estatuas, placas y bancas de mármol y juegos de cubiertos coloniales; nadie se atreve a decirlo.
Una de las más extrañas desapariciones, por no decir robo, y de la que nadie ha dado cuenta, es la placa de mármol de gran valor histórico y artístico, que en forma de pergamino y con la inscripción de los nombres de los próceres de la Independencia de Cartagena estuvo por muchos años adherida a la torre de muralla que se encuentra sobre la puerta principal de la llamada “Boca del Puente”, puerta que fue la entrada principal al “Corralito de Piedras”.
De las bancas de mármol que actualmente se aprecian a lado y lado del “Camellón de los Mártires”, se sabe que no son las originales, porque “las propias”, las que se pusieron cuando se construyó este sendero de homenaje a los próceres de la Independencia de la ciudad, también, como en la custodia de Badillo, desaparecieron, aunque muchos dicen que las tales entraron a formar parte del mobiliario de una casa campestre de uno de nuestros primeros alcaldes populares.
Pero tampoco, ni los que han ejercido como guardas del “connotado” Museo Histórico de Cartagena han dado cuenta de un valiosísimo juego de cubiertos enchapados en oro que cualquier día desapareció misteriosamente, y del cual, también, como en el pueblo de Badillo, no sólo todos saben quién se lo “guardó”, sino que además le achacan su “esfumada” a otro alcalde de Cartagena, también de los primeros elegidos.
Otra escultura desparecida en Cartagena, sin que de ella haya alguien que de información, es la del cartagenero Joaquín F. Vélez, erigida en su honor en el sector de “El Pie del Cerro” y en el interior de los jardines del parque que llevando su nombre se construyó para honrar la memoria de este jefe militar de la guerra de los mil días, y que por su amistad con el presidente Rafael Núñez y su desempeño como embajador de Colombia ante la Santa Sede le correspondió suscribir el Concordato de 1886.
Tampoco hay quien dé razón del sitio donde pueda encontrase la placa de mármol que con los nombres de los fundadores de la llamada “Placita España”, colindante con la Iglesia de San José de Torices, estuvo por muchos años empotrada sobre un pedestal en uno de los jardines de este parque.
Tampoco se tiene certeza si el desaparecido y posteriormente recuperado óleo del Libertador Simón Bolívar sea el original y valioso retrato del pintor Epifanio Garay que desapreció durante la mudanza que en el gobierno de Juan Carlos Gossaín se hizo de esta sede a la municipalidad de Turbaco, y el cual por muchos años estuvo colgado en el Salón Amarillo del Palacio de la Proclamación, antigua sede de la gobernación de Bolívar.
¿Y qué decir de la aparición de la réplica de la espada de Blas de Lezo, el Almirante español que defendió a la ciudad de los piratas, encontrada en una de las cajas del trasteo del exalcalde Dionisio Vélez Trujillo cuando abandonó el cargo?
Finalizo con una frase de Joaquín Bosch, “Quienes no defienden lo público, son insolidarios; y quienes se roban lo que es de todos, son corruptos”.