“Mi vida es una historia que jamás ha sido contada” Así describe Víctor Martínez Pereira, lo que ha sido  de su vida y condensa en esta frase su manera de ver el mundo que le rodea. Una visión para muchos tal vez extraña, pero de la que el habla con tanta propiedad que obliga al más osado  interlocutor a interesarse en ese mundo de fantasías en el que Víctor se encuentra inmerso.

Nació hace algo más de 64 años en el municipio de Arjona, una tarde fría del mes de Octubre de 1952. Es el cuarto hijo del matrimonio de  Víctor Martínez, un  humilde campesino entregado al trabajo de la madera y María Pereira, una  ama de casa resuelta a sacar adelante al pequeño Víctor y sus cinco hermanos, de los cuales hoy, según él, solo sobreviven dos.

Su infancia  y adolescencia se desarrollaron en la normalidad hasta entrados los 17 años, tiempo en el cual fue  golpeado su corazón con la pérdida de su madre, golpe asestado por la vida  hace algo más  de 45 años  y del que aún no se repone y  lamenta muy a menudo.

Dentro de los recuerdos de juventud e infancia sobreviven el del señor Jorge Tapias, quien fue la persona que le acercó al mundo de las letras y el conocimiento que emana de los libros, así como  también evoca con nostalgia el viaje que hizo a  Valledupar, luego de la muerte de su madre, en busca de un mejor futuro para él y los suyos, en la época de la bonanza algodonera del Cesar, experiencia que, aunque grata, fue el génesis del mundo irreal en el que vive.

  • Cuando fui al Cesar yo tenía, según, un espíritu malo. Entonces allá un señor dijo que me quería ayudar – relata – me llevaron a un monte y allá me hicieron la sanación, desde ahí mi vida cambió.

 Al narrar ese momento su mirada se pierde,  como quien trata de recordar, pero el esfuerzo es inútil, al parecer todas esas cosas vividas hacen parte de un pasado que ya no le pertenece, pero anhela cambiar.

Convencido que su estadía en Valledupar se había cumplido, decidió venir y  radicarse en la ciudad de Barranquilla en donde se desempeñó como un bailarín muy versátil. En una de  las tantas fiestas de las que participó, afirma, conoció a  Estercita Forero con quien aunque ya fallecida continúa  comunicándose de vez en cuando.

  • “Me conocí con Estercita Forero en Barranquilla, en una fiesta en la que estábamos, al verla sola aproveché y la saqué a bailar, bailamos toda la noche. De ahí en adelante nos vimos en varias ocasiones y la gente enseguida empezó a decir que Estercita era  mi mujer. Como éramos buenos bailando, me cuentan, nos ganamos una casa de cuatro plantas en un concurso en 1970, pero como yo vivía bien, no le presté atención a eso.

Después me vine para Cartagena y  acá Estercita se me presentó en el Bodegón, pero ya  en ese tiempo Cartagena no me dejaba tener mujer y en Barranquilla me decían  que Esther nunca existió, que ella es un persona muerta hace mucho tiempo y que si existió solamente lo fue para mí…”

 Luego de todas estas cosas volvió a su natal Arjona, lugar en el cual manifiesta haber trabajado  por más de catorce años como vendedor ambulante en la plaza principal, con la firme intención de devengar algún tipo de ayuda para mejorar su economía y ahorrar un poco para su vejez.

  • “Trabajé muchos años vendiendo confites y cigarrillos en la plaza de Arjona, de eso ahorré cinco millones y como no los quería gastar, di prestado al interés a unos “paga diarios” una parte de esa plata, pero el negocio no me resultó, ellos se me  la cogieron, la otra la presté a un tipo de una tienda que según, no le fue muy bien y en pago a veces me trae algo para que coma”.

 Han sido muchos los problemas que Víctor manifiesta haber vivido, de los cuales quizás ya se cansó, pues desde hace algún tiempo decidió no darle mucha importancia a la realidad social que le envuelve y vivir de manera despreocupada su vida. Desde el 2007 reside en una especie de choza, hecha con pedazos de plástico y madera en la orilla de la Carretera Troncal de Occidente, en inmediaciones del peaje que separa a Turbaco de la capital bolivarense, Cartagena.

Hace más de nueve años que Víctor vive aislado de la gente, dependiendo de lo que las personas que transitan   por su choza en un gesto de caridad quieran darle. Vive perdido sin tener noción del tiempo y solo de vez en cuando, si alguien  se acerca por su cambuche recién se entera. En medio de su desapego por la realidad no se alegra que esté cerca el fin de semana, que el próximo puente sea festivo, no le preocupa que se esté acercando el fin de año y sus vestidos sigan siendo los mismos dos pantalones de tela dril y los suéteres con propagandas  política de los dirigentes  de turno  y mucho menos  le interesa que haya ganado el NO en el plebiscito y que nadie, ni los del SI ni los del NO hayan tenido una propuesta para ofrecer ante esos resultados.

Aburrido fuera todo si no encontrara a quien contarle los pormenores de lo que a diario vive y piensa,  y es en ese afán de no sentirse solo en el que ha encontrado al “amigos sol, el astro rey” con quien de vez en cuando durante el día entabla conversaciones, interrumpidas dichas charlas en muchas ocasiones por el sobrevuelo de algún avión o helicóptero que se dirija al Aeropuerto Rafael Núñez de Cartagena, pero que para él no son solo aviones comerciales o militares, al parecer es la representación de una figura   amistosa, se trata de HK14.

  • “Por aquí todos los días llega HK14, ellos vienen de diferentes países, y cuando pasan siempre me hablan: Víctor HK14, sobrevolando el área… creo que andan buscándome a mí, me imagino será que hago falta para hago, será que le hago falta a la farándula”.

 Su vida ha sido lo que él denomina: una historia que no ha sido contada, en la cual siempre  ha estado presente la música vallenata, música que según Víctor nació con él en una experiencia espiritual que jamás ha olvidado. Muy a pesar de lo que muchos puedan pensar sobre su manera de ser y de las experiencias que cuenta, se niega enérgicamente a  aceptar sufrir de trastornos mentales y dice que todo lo que vive son situaciones de la realidad, se considera fuerte en su manera de pensar  y su cerebro, su cerebro es fuerte y de eso se alegra.

Queriendo cumplir mi tarea como periodista y pleno creyente en los cambios que pueda tener una persona con su propio esfuerzo y el apoyo profesional de un psicólogo, le hablo de los hogares de paso de la alcaldía de Cartagena en los cuales podría apoyarse para salir adelante, Víctor me escucha atentamente, pero pone una condición para hacerlo, pues dice ser lo único que le falte para ser mejor.

  • “Yo iría allá si me dan para vivir con una mujer, con una mujer yo no viviría así, todo sería diferente, si la tuviera me fuera con ella a recorrer el mundo”.

 

Por: Steven Canoles Jr

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