Por Ricardo Barrios Montes

A esta hora se podría estar trabajando desde el gobierno en políticas, que dadas las circunstancias actuales nos conduzcan a ese ideal de país que nos trasciende y nos compromete, sin embargo, preocupa el interés de este en sacar adelante una reforma tributaria con demasiada gasolina para un pueblo hambriento.

La tecnocracia “zoom” más obsoleta empieza a preguntarse si de pronto se les habría ido la mano con la idea de gravar la comida, la vejez y hasta la muerte a millones de personas necesitadas en medio del tercer pico de una pandemia. Justo en momentos en que el gobierno luce su faceta más despilfarradora, sale el cuentazo de la “solidaridad sostenible” como para terminar de jodernos después del palo que nos ha dado este virus.

Lo peor de todo es que se preguntan porque se levanta el pueblo en la mitad de semejante catástrofe pues no saben que a este le exaspera el palabrerío que utilizan los políticos sobre todo cuando se presenta una reforma con nombres eufemísticos que va a sonar mas a justicia social que al reparcheo que es.

La verdad es que no entienden nada, pues no escuchan que la gente está harta de oírse sus propios gritos de auxilio. Esta reforma tiene tanto rechazo como cifras inexactas y párrafos sin terminar que parece haber sido redactada por carrasquilla en unas cortas vacaciones de semana santa mientras pasaba unos días desconectado de la realidad, en aislamiento y casi que viviendo una ficción, porque curiosamente su reforma tiene mucho que ver con desconexión, irrealidad y fantasía pero a la manera mas nociva posible.

Los viejos jerarcas con mayúscula, digámoslo de una; el Uribismo de racamandaca que regaña al presidente y tartamudea frente al pueblo cuando se cosechan las tempestades hizo de todo para atajar las protestas que empezaron tras la intención del gobierno por sacar adelante si o si su voraz reforma, los viejos jerarcas de pocas ideas; buenos en graduar enemigos, derogar conquistas laborales y arruinar pactos sociales siguen haciéndose los sorprendidos con el estallido de las protestas poniendo en duda el evidente drama social que saca muchedumbres a las calles.

Da rabia saber cómo llegamos hasta este punto, una democracia postergada por una burguesía provocadora y pésima para dirigir que en general oculta su auténtica filiación y propósitos para saquear y empobrecer los hogares colombianos con impuestos abusivos extraviados en la misma frivolidad que quizás sea la responsable de reeditar los errores que nos llevan una y otra vez a contar los días inciertos que nos faltan, porque en el fondo se sabe que se está cumpliendo el tiempo para las noches oscuras.

Ha sido un año eterno, gravado desde el primer día, determinado por pretensiones económicas y consignas de moda en medio de una crisis dura, por ello es necesario contar con gobiernos que entiendan los tiempos y este sencillamente no es uno de ellos.