Por Valeria Díaz Ortega 

Las noches en Colombia son mágicas, están llenas de silencio, misterio e inspiración. Muchos no dormimos por hablar con nuestros amigos, por ver series o escuchar música, inclusive hacer tareas y estudiar por la paz y tranquilidad que nos brinda ella. Pero quién diría que el no poder dormir seria por agonía, miedo e intranquilidad por todas aquellas personas que están afuera haciendo valer su derecho y levantando su voz, esta es la realidad de varios colombianos hoy en día.

Algunos nos acostamos llorando por amigos, familiares, sobre todo por personas que no conocemos, que ya no están en el plano terrenal, que dieron su vida por una causa, que fueron héroes sin capa en nuestro país, lloramos por todo lo que ha generado la lucha de nuestros derechos. Asustados por los que está sucediendo, por compartir información en cada una de nuestras redes sociales o por a pedir ayuda, asustados hasta por el pasar de un carro, por el mínimo ruido que se escuche entre las sombras espanta aquel sueño que nos quiere invadir, haciéndonos sentir culpables por descansar y olvidar un momento nuestra situación actual que atraviesa el país, frustrados al no saber qué más poder hacer para ayudar.

Cuando amanece, intentamos olvidar lo que sucedió en la oscuridad, intentamos no revisar nuestros teléfonos, para no generar caos en nuestra mente desde temprano. Pero empieza a caer el atardecer, admiramos el cielo y en un abrir y cerrar de ojos oscurece, comienzan a flotar todos aquellos pensamientos o miedos que invaden nuestra mente y nuestro cuerpo. Y así es como la noche se vuelve una pesadilla.

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