Fotografía / Isaías Novoa

Por María Isabel Piedrahita

Vestidos de negros, encapuchados y con fuego en el alma se unió el pueblo turbaquero para hacer una representación artística en honor a las víctimas que ha dejado el estallido social del paro nacional.

En contra de todo pronóstico y a pesar del toque de queda estipulado, tanto en Cartagena como en Turbaco, como medida de prevención contra la Covid-19, el plantón pacífico se realizó el lunes festivo 17 de mayo desde las tres hasta las seis de la tarde.

La jornada inició con una breve reunión por parte de los encapuchados, en la cual se hizo la división de roles y la repartición de los nombres de las personas a representar. En el listado, los nombres de víctimas por abuso y brutalidad policial predominaban de manera aterradora, los nombres que más resaltaron fueron los de Sebastián Munera, Lucas Villa, Santiago Moreno, Elvis Vivas, Nicolás Guerrero y Allison Meléndez, cuyos casos dejan un vacío enorme en el alma de todos los colombianos.

Fotografía / Isaías Novoa

Una vez repartidos los nombres, los encapuchados se dirigieron hacia el peaje de Turbaco y se apropiaron de su territorio. Los jóvenes se ubicaron en forma de conos humanos sin pronunciar una sola palabra, debido a que la puesta en escena apostaba a que el cartel que llevaban colgado en el pecho, con los nombres de las víctimas, hablara por sí mismo mientras que, en la entrada y salida del peaje, se alzaba un cartel que decía «Yo moriré, pero volveré y seré millones». Bajo esa premisa se sustentó el plantón pacífico el cual tuvo por objetivo visibilizar y homenajear a todas las víctimas.

Después de un rato, un grupo de encapuchados levantaron las talanqueras del peaje, exactamente un carril de ida y otro de venida ubicado en las esquinas, de manera que los vehículos pasaran sin pagar la cuota del peaje y se tomaran el tiempo de fijarse en los matices de la actividad. Los demás carriles estaban bloqueados con el resto de encapuchados en pie de lucha, luego, pasado un tiempo, se divisó la figura de un hombre ensangrentado pidiendo auxilio de manera desesperada, gritos los cuales nadie socorrió, ya que tal escena representaba nuestra realidad en la cual asesinan a los jóvenes delante de la vista de todos y nadie hace nada ni se pronuncia al respecto.

Fotografía / Isaías Novoa

En la parte baja del peaje, precisamente en la carretera, un grupo de encapuchados dibujaron unas cuantas siluetas de personas sin vida, también en representación de las víctimas pero esta vez haciendo alto énfasis en los grupos sociales como estudiantes, indígenas y líderes sociales.

Una vez transcurrida la puesta en escena, los encapuchados emprendieron una caminata hasta la Virgencita ubicada en la subida de Turbaco. Los jóvenes formaron una cadena humana para obstaculizar el paso de vehículos y motos. La caminata fue muy amena y con tono festivo al son de las arengas, cada vez se evidenciaba más ese grito de ‘resistencia’, en ese momento aquel fuego estaba más latente que nunca. Una vez llegados a la Virgencita se dio por finalizada la jornada, el reloj marcaba exactamente las seis de la tarde y los encapuchados quedaron con la satisfacción de haber hecho una representación tan bonita y significativa para el pueblo y Colombia entera.

Fotografía / Isaías Novoa

Lo que hicieron aquellos jóvenes nos demuestra que los pueblos de Colombia resisten a punta de arte y que el legado de quienes fueron silenciados sigue más vivo que nunca, son símbolo de una sociedad que anhela un cambio. Hoy el recuerdo de las víctimas es lo que mantiene a los encapuchados en pie de lucha.­

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