Julio Macott

Este o cualquier otro lunes, el nuevo libro de Jesús David Buelvas Pedroza, empieza con la conciencia del espacio habitado: “Es lunes. Apenas comienza la mañana y la gente ya está fastidiada por el calor. La ciudad se llena con el ruido de los carros, con los gritos de los vendedores, con el traqueteo de las cortinas metálicas. En medio del caos, las personas se han acostumbrado a no pensar, a caminar más rápido para evitar que el bus de lo cotidiano los atropelle”. El autor ubica la Tierra y se sigue ubicando: escribe desde Cartagena, en el suroccidente del suroccidente, y se ubica también, desde siempre, en la expulsión del oriente del oriente, donde está o estaba el Edén. Lo que sucede entonces es el espacio recorrido: a lo largo de la historia que compone el espacio del libro, el autor transita por la Torre del Reloj, la Plaza de los Coches, el Parque de Bolívar, el Portal de los Dulces y la Calle de la Moneda, y varios más entre esos. La visión fenomenológica impregna Este o cualquier otro lunes desde la primera a la última línea porque la novela de Jesús David Buelvas es una indagación sobre la falta de sentido de la existencia y la opacidad del mundo que le rodea.

Se diría que es un libro sobre las maneras de habitar el mundo y transitar por él. Se desplaza —transita— la lengua en la que se escribe, que viajó de un lugar a otro, y transitan las palabras por la oración. Está la inquietud por el tránsito entre la vida y la muerte, se transita entre el mundo de la vigilia y el mundo del fatalismo, y aparece en el tránsito del pensamiento un desvío hacia la parálisis del sueño —un viaje metafísico que no es la muerte ni el sueño—. El texto busca el más allá.

No hace falta ser muy perspicaz para darse cuenta de que Samuel es un alter ego del propio Jesús Buelvas, que utilizó a su personaje para formular las bases del existencialismo a partir de la influencia acaso de Sartre. Una novela con aires de pérdida de interés sobre los seres y las cosas que le rodean en su vida cotidiana (“(…) Samuel sintió la crudeza de un hombre que había perdido el interés por el trato con los demás”).

Y a la vez, el libro todo es un recorrido por el pensamiento. Jesús Buelvas se detiene, observa, le da vueltas a aquello que observa —vueltas como las que da el planeta que habita—. El autor también divaga todo el tiempo, todo el texto. En el pensamiento se pregunta por el pensamiento y se pregunta también por el otro. El pensamiento, la imaginación y el caminar aparecen como una sola cosa. En medio de ellos, de él, la bomba que bombea: el lunes. El corazón luego de la pretensión de saberse resuelto, el corazón por fuera del cuerpo, la cabeza en el lugar del corazón, el corazón que estalla y que es el texto.

La vida le parece a Samuel no sólo pura contingencia porque todo está sometido al azar y la finitud sino, sobre todo, un absurdo que gravita sobre las cosas. La única actitud posible al toparnos con lo cotidiano es el horror.

No hay duda de que las páginas de Este o cualquier otro lunes rezuman pesimismo y desesperación.

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