Por José Laguado

Director Smartfutures, Coach Futurista.

Además de la cuarentena, el turismo cartagenero está en riesgo. Limitadas son las historias que tengo de un servicio extraordinario en mi ciudad. Pienso en Farid y Jorge, los mejores cocteleros en las playas de Castillo. O en Euclides y en uno de sus numerosos hijos, David, como carperos de toda la vida para mi familia. Aunque los apoyemos, nada volverá a ser igual ante las aperturas graduales y progresivas.

Por eso, en circunstancias atípicas y desconocidas, son insuficiente las soluciones tradicionales. Basta ya de bandejas de pescado a $100.000, una buena cantidad apilable de basura y la contaminación audiovisual en el centro histórico. El momento avanzar hacia un nuevo modelo de turismo, es ¡ahora! Requerimos con urgencia un modelo innovador donde exista un reconocimiento universal y del cual, locales y foráneos, nos sintamos orgullosos, nos apropiemos de ello. Ha llegado el momento de verdaderamente convertirnos en un Destino Turístico Inteligente (Smartdestination).

¿Qué es eso? Preguntarán algunos. Hay quienes lo abordan como un destino que facilita productos, servicios, espacios y experiencias turísticas y de hospitalidad mediante herramientas tecnológicas. Si profundizamos en la idea, un Smart Destination (destino turístico inteligente), es un destino turístico revalorizado,  competitivo y ecosistémico que trabaja, no sólo en pos de aumentar la calidad de la experiencia del visitante, sino también en aumentar la calidad de vida de la población residente. Y eso hace una gran diferencia en la manera en cómo observamos y nos relacionamos con el turismo y la ciudad.

En teoría, ¡chévere!, y ahora, ¿Para qué sirve? Además de garantizar la competitividad del territorio como destino turístico, reparte los beneficios en la mayor cantidad posible de habitantes, no en forma de dinero en efectivo de inmediato, sino, en contratos laborales estables y de largo plazo, en flujo de visitantes permanentes, en mejora de infraestructura turística como nuevos hoteles, plazas, restaurantes, servicios logísticos, sistemas alternativos y masivos de transporte; finalmente, desarrolla el tejido empresarial de servicios secundarios de producción y distribución alrededor de las actividades turísticas: el guía, el taxista, el aguatero, el paletero, los dulceros, los libreros, la señora de los fritos; creo que me entienden la idea.

Y casi que de inmediato surge la pregunta, ¿cómo lo hacemos? Sencillo… y complejo en simultánea. Como ciudadanos y territorio requerimos resetear nuestros modelos mentales para desarrollar lo que llamamos Inteligencia Turística. Esto es, la convergencia de 4 aspectos fundamentales que sirven para pensar alrededor de intereses COMÚNES.

Dicho de otra manera, para integrar decisiones desde un contexto de territorio, no de políticas transitorias o coyunturales, donde tú y yo podemos ser protagonistas de la transformación social. Por ejemplo, hay que erradicar la “pruebita del masaje o las ostras” para luego cobrar $50.000. Hay que incrementar las experiencias de servicio diferenciadas que agregan valor en turismo cultural, turismo rural, playaturismo, turismo gastronómico, turismo de relax, turismo vacacional, turismo de reuniones, turismo náutico, turismo musical, turismo médico, entre muchos otros.

Mientras articulamos todo eso, sigamos pensando en cómo multiplicar las exitosas experiencias de Farid, Jorge, Euclides y David y en cómo transformar las ideas preconcebidas de la gestión y operación turística en #LaCartagenaDelFuturo

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