Por Kelvis Edgardo Escorcia Morales

Cumplidos tres meses de un regreso a casa en el momento justo, la abuela decía que no se me quitaba el chapeado de la nevera, pues resulta que haber tenido el sol más cerca, acompañado de un clima frio hizo de las suyas, sin importar que de lunes a sábado, durante seis meses, mi reloj corrió bajo el techo de un quinto piso.

Sin embargo, aunque exagerado suene, di fe de lo que decía la vieja y no tuve necesidad de correr hacia el espejo para corroborarlo, ya que difícilmente a ese ocaso ya habría cumplido con la toma de 72 horas de una soleada directa cartagenera, después de haber estado medio año a 2.600 metros sobre el nivel del mar.

Posterior a un vuelo de no más de 20 personas, en el que solo dejamos a la vista los ojos por el uso de tapabocas que empezaban a ser protagonistas de una relación inquebrantable, llegué a casa para reencontrarme con mi familia, sin imaginar que a la semana los pájaros gigantes dejarían de volar y empezaría una cuarentena que pondría a prueba nuestra paciencia.

El virus fue subestimado y aparte el encierro fue algo que no vimos venir, fuimos sacando chiste cada vez que un periodo de prevención terminaba y seguido iniciaba el otro, tomamos de burla el murciélago y a la bienestarina como fuente de inmunidad, eso y mucho más. Hasta llegado el punto de tomarlo en serio porque la cifra de muertos aumentaba con los allegados y conocidos. Así nos dimos cuenta que no se trataba solamente de un ‘invento chino’.

Ahora entrados en una nueva fase, resta seguir resistiendo y gozando de la sensación de libertad que se produce dentro de los limitados permisos establecidos. No hay afán de estar en la calle, ni interés por tomar una bicicleta para dar pedaleos de desahogo, si al fin y al cabo la carrera es por sobrevivir, mientras cada quien elige el camino que cree conveniente.

No falta decir cuántos quedaron atrás, no solo por el virus, sino a causa de la indiferencia, el radicalismo, la violencia, el racismo y demás negativos que se sobreponen en un año que merece ser analizado minuciosamente, donde las malas noticias abundan y el discurso repetitivo también, con los días pasando y los problemas haciéndose gigantes. Con todos diciendo lo que hay que hacer, ser y cómo hacerlo, poniéndolo escasamente en práctica.

Tristemente, mi ciudad al igual que otras lo ha sufrido y el dolor es muy grande, pero aun así la Heroica sucumbe y se mantiene en la lucha en honor a las víctimas; solo me pregunto, si la palabra de moda es reinventarse, ¿dónde queda la reinvención humana? Considero que ese es el gran llamado al cual debemos acudir, a la valoración misma del ser que se nos ha robado a raíz de construcciones de vida erróneas.

Nuestras luchas internas hay que ganarlas y con eso pasar a ser más tolerantes con los demás. Si bien estamos inmersos en una naturaleza humana que nos hala a vivir en sociedad y que nos empuja a querer regresar a los días en los que no parábamos y vivíamos sin freno, sería mejor tomar lo que resta de tiempo para interiorizar aquello, así cuando llegue la hora de poder estar todos codo a codo el trato entre nosotros sea mucho mejor, pues mirando lo que pasa en nuestro país y el mundo, el panorama no resulta nada favorable y seguimos echándonos a perder, con todo y que tenemos un enemigo en común.

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