“Si la sal se corrompe, ¿para qué va a servir? ¡Sólo para que la boten y la pisoteen por inservible! Mateo 5: 13

Por Álvaro Morales de León

Invocando la austeridad y no los malos manejos propuso el ex presidente Uribe en el punto nueve de su Referéndum del 2003 la eliminación de todas las Contralorías Territoriales.

Planteó el expresidente en su fracasada consulta que antes del 31 de diciembre de 2003 todas las Contralorías del orden Territorial, las Departamentales, Municipales y Distritales, quedarían eliminadas, y que sus funciones, previo concurso de méritos, podrían ser ejercidas técnicamente por fundaciones, corporaciones, universidades instituciones de economía solidaria o empresas privadas, bajo la supervisión y control del órgano rector nacional.

De manera irónica, de las 15 preguntas del Referéndum del sábado 25 de octubre de 2003 solo alcanzó la aprobación numérica en votos la que hizo referencia a la «muerte política» que prohibía a las personas condenadas por delitos de corrupción a candidatearse a cargos públicos o recibir contratos del Estado; todas las demás preguntas de la Consulta, incluida la de la supresión de las Contralorías Territoriales, “se hundieron”.

Parece que aunque la motivación de la supresión de las Contralorías Territoriales fue la austeridad y no los actos indecorosos que en ellas se continúan practicando, es una propuesta que valdría la pena retomar, dadas las evidencias de sus continuos escándalos y el insólito proceso de elección de sus titulares que las atrapa en burocracia inoficiosa y en la infaltable politiquería que las tienen convertidas en fortín electorero de gamonales locales y regionales, castrándolas para ejercer su misión, la del control fiscal de sus vigilados.

Acudiendo a la memoria del amigo y periodista “Lucho” Tarrá, guardián de la historia política de la ciudad y el departamento, me recordó a “Perucho”, un muy sonado y singular contralor departamental de Bolívar de estirpe conservadora a quien pocos conocieron por su nombre, Raúl Guerrero Porras, pero sí por el omnipotente poder absolutista en el ente rector fiscal del departamento; muy parecido al que también ejerció uno de sus sucesores, del linaje Faciolincista, Arturo Faciolince, a quien por su atornillamiento al cargo terminaron por llamarlo “El Rey Arturo”, el Rey de la leyenda británica.

Hoy, después de muchos años, la entidad encargada del control fiscal en el departamento de Bolívar se encuentra aferrada a que todos sus titulares elegidos por la Duma Departamental, la Asamblea, provengan de la fracción liberal que en esta región lidera el senador Lidio García Turbay.

En cuanto a la local, la Distrital, recordamos que durante muchos años fue un fortín político o politiquero, quedaría mejor, del entonces concejal de Cartagena, Javier Cáceres Leal, a quien en Bogotá durante su paso por el Congreso lo conocieron como “el senador chuzo” antes de convertirse en inquilino de La Picota.

Pero de los medianamente recientes escándalos en la Contraloría de Cartagena no podemos dejar de recordar al tristemente célebre Evaristo Ujueta Amador no sólo por sus excentricidades como funcionario sino por los estragos administrativos y los hechos de corrupción que como titular del ente fiscalizador terminaron por hospedarlo por unos cuantos años en una de las celdas de la penitenciaría de Ternera.

También inolvidables son los escándalos que llevaron a la doctora Nubia Fontalvo Hernández cuyo periodo de cuatro años como Contralora Distrital, iniciado en el 2016, fuera truncado por un innumerable rosario de hechos de corrupción que partieron desde el mismo momento de su irregular elección y que terminaron por llevarla a ella y a varios concejales de la ciudad ante la justicia y “disfrutar” por cierto tiempo de los beneficios judiciales de la detención domiciliara.

Este periodo de la Contraloría de Cartagena no ha sido la excepción en los escándalos y las controversias sobre la presunta estancia irregular de su actual director y el cuestionado proceso adelantado por los concejales que lo permite.

Finalmente, “Si la sal se corrompe, ¿para qué va a servir?”.

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