“Nadie puede apartarse de la verdad sin dañarse a sí mismo”, Lope de Vega.

Por Álvaro Morales de León

Hasta llegamos a pensar que sólo había sido una de esas tantas declaraciones de soberbia que caracteriza, y a las que nos tiene acostumbrado el exministro de gobierno en uno de los periodos de Uribe, Fernando Londoño Hoyos, cuando reunidos en mayo de 2017 con miras a alistarse para la campaña política de las elecciones del 2018 dijo en la Convención de su Partido, el Centro Democrático, que “el primer desafío del Centro Democrático será volver trizas ese maldito papel que llaman el acuerdo con las Farc”.

La proclama fue secundada por el fundador del Partido, Álvaro Uribe Vélez y por el ex procurador Alejandro Ordóñez, así como por los que aspirarían al Congreso de la República en las elecciones de marzo de 2018 por la lista de este Partido Político.

Pero la arenga de hacer trizas los Acuerdos de Paz, lanzada y coadyuvada en pleno y aprobada en unanimidad por la militancia del uribismo no se quedó en amenazas ni en intimidación, y por el contrario, aprovechó la elección de su candidato a la presidencia de la república para dispararle “tiros penaltis” a toda la estructura de tales Acuerdos.

Uno de los primeros disparos contra los Acuerdos procurando hacerlos trizas lo hizo el propio presidente de la república Iván Duque, copartidario de Londoño y de Uribe, cuando presentó para aprobación parlamentaria una lista de objeciones contra la JEP, el Tribunal de Justicia Espacial para la Paz, que nacido de los Acuerdos de la Habana se encarga de administrar justicia transicional y conocer de los delitos cometidos en el marco del conflicto armado; afortunadamente, Duque y sus colegas fueron derrotados.

También Duque, instigando contra la JEP ante el Secretario General de ONU le pidió mediante carta que “le pusiera el ojo” a las actuaciones de este Tribunal de Justicia Transicional y se verifique la aplicación y el cumplimiento de las sanciones que se impongan.

Pero como ni lo uno ni lo otro le ha prosperado al presidente Duque ni a sus coequiperos del Centro Democrático, optaron entonces por tratar de resquebrajar y mancillar la honorabilidad de la Comisión de la Verdad, otra de las instancias surgidas de los Acuerdos con las Farc y que está en cabeza del sacerdote Francisco de Roux, acudiendo a ella con farsas.

Muchos de los que hasta ahora en calidad de ex mandatarios o actores del conflicto armado se han sentado frente al Padre de Roux no han honrado la sinceridad ni la franqueza que según el ordenamiento legal procura esta instancia para que se esclarezcan los patrones y causas explicativas del conflicto armado interno que llegue a satisfacer el derecho de las víctimas a la verdad y contribuya a sentar las bases para la no repetición.

El expresidente Uribe el pasado mes de agosto, en un particular estilo de confesión a domicilio se llevó al clérigo “Pachito” de Roux a una de sus haciendas para “confesarle” que sobre una de las mascares de los llamados “falsos positivos”, la de Cajamarca, ocurrida en el 2004, había sido “engañado” por los soldados del ejército.

Recientemente, el expresidente Pastrana, sin temor alguno por la investidura sacerdotal del Presidente de la Comisión de la Verdad se atrevió a presentarle una supuesta carta de los hermanos Rodríguez Orejuela en la que consta, según Pastrana, la tan mencionada financiación que hicieron a la campaña presidencial de Ernesto Samper, carta puesta en duda por uno de los hijos de los Rodríguez, sino que además, Pastrana, de su “confesión” fue desmentido por un supuesto “pacto de silencio” que le propuso el exministro Rafael Pardo para no seguir delatando a Samper.

Finalmente, como lo dijo Lope de Vega, el poeta español, “Nadie puede apartarse de la verdad sin dañarse a sí mismo”.

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